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  1. Átame a ti: Capítulo 7

    domingo, 11 de diciembre de 2022

     


    Capítulo 7

    Zeus

    Ni siquiera habían entrado al local cuando la música les llegó a los oídos junto a una ráfaga que olía a alcohol y humo de cigarro.

    La entrada del Zeus era una puerta de cristal doble que estaba entre abierta. Después que le permitieron el acceso, un pequeño pasillo con cuatro personas vestidas de negro les recibió. Eran tres hombres y una mujer con expresión seria y de pocos amigos, en sus cinturones sobresalía pequeños radios de transmisión conectados a un auricular en la oreja derecha. El grupo se dividió por género y formaron filas para ser requisados. Después de verificar que todo estuviera en orden, les dieron la bienvenida en un fingido tono cordial y le abrieron una gruesa puerta de madera tallada color café oscuro.

    Con el primer paso dentro del pub, la música retumbó en sus pechos y oídos. El local se dividía en varias secciones; a la izquierda había varias mesas cuadradas y pequeñas que formaban filas de cuatro, cada una con sillas que se apreciaban cómodas a pesar de su tamaño.

    A la derecha había una barra con una fila de taburetes, detrás se apreciaba un gran escaparate clavado a la pared, exhibiendo diferente botellas de alcohol. Varios chicos con un uniforme negro con detalles del dios mitológico en blanco tomaban cervezas y las introducían en grandes envases repletos de hielo y descorchaban botellas que les entregaban a chicas vestidas con la misma ropa y un delantal lleno de cajas de cigarrillos que se encargaban de llevar los pedidos a las mesas.

    De las muchachas se percató de la llegada del grupo e inmediatamente los abordó: ― ¡Bienvenidos al Zeus! ¿Tomarán una aquí o irán al fondo?

    ― ¡Iremos más al fondo! ― Carlos prácticamente debió gritar para poderse escuchar sobre la música. Echó una mirada el resto en busca de aprobación que consiguió con un gesto afirmativo.

    ― ¡Ok, síganme!

    Ocho personas conformaban al grupo. Junto a Lu, habían asistido los que habían confirmado; Carlos, Lorena, una morena bajita y muy simpática que siempre había compartido con ellos y Joe, el amigo de la infancia de Carlos, un muchacho de cabello castaño y lacio, muy bien parecido que se caracterizaba por ser el casanova de su pequeño grupo de amigos. Los muchachos estaban sorprendidos de que había asistido solo ésta vez. Por el lado de So, sus mejores amigas, Jennifer y Thalía habían ido junto a Joel, uno de sus mejores amigos que, curiosamente, se llamaba casi igual que Joe. A diferencia del amigo de Lu, Joel era mucho más recatado, serio y no era tan salido, de anteojos y cabello castaño claro. La diversión de ese grupo de amigos siempre estaba garantizada era por Jennifer, la rubia sumamente blanca siempre tenía un chiste u ocurrencia que decir. Thalía, por otro lado, era una belleza de cabello azabache y piel cobriza, ojos rasgados y oscuros.

    Mientras se iban adentrado al lugar, la iluminación amarillenta de la entrada iba quedando atrás, dándole la bienvenida a una oscuridad apenas difuminada por las tenues y parpadeantes luces de diferentes colores que provenían desde la tarima y a la enorme pantalla LED detrás del DJ. La temperatura se elevó varios grados, la humedad se acrecentó y el hedor a tabaco se hizo mucho más intenso.  La música era tan fuerte que se dificultaba mucho la comunicación.

    La anfitriona los ubicó en una zona pegada a la pared, alejados solo lo necesario de la pista de baile que ya era ocupada por varias personas que se movían al ritmo del Dembow.

    ― ¡¿Qué van a beber?! — Se dirigió una vez más a Carlos, que parecía haber captado la atención de la chica.

    ― ¡¿Pedimos cerveza para empezar y después vemos si pedimos otra cosa?!

    ― ¡Sí! ― Respondió Lu que ya se acomodaba en un asiento libre.

    ― ¡Dos tobos de cerveza, por favor!

    ― ¡Vale! ― Respondió, terminando de ayudar a los chicos a acomodar las sillas alrededor de las dos mesas que habían unido para que todos cupieran a gusto. Anotó algo en la libreta y se marchó, esquivando personas con gran agilidad.

    So se sentó en la primera silla libre que vio y se topó casualmente – o quizás, la había buscado inconscientemente –, con la que estaba al lado de su hermana. Se sentó sin decir nada, a su la derecho se sentó Jennifer, seguida de Thalía y Joe. Junto a éste se sentó Lorena y Carlos cerraba el círculo al estar al lado de su hermana.

    ― ¡Nunca había visto al Zeus tan lleno y eso que aún es temprano! ― Gritó Thalía.

    ― ¡Es verdad, menos mal decidimos venir a esta hora, en un par más y aquí no cabrá un alma! ― Respondió Carlos.

    La camarera llegó acompañada de un chico que traía dos tobos repletos de hielo y con diez cervezas en cada uno. Los baldes incluían un destapador barato en la asas que Joe y Carlos no duraron en usar para destapar la primera ronda. En un par de minutos, los ocho alzaron su bebida, brindando por una buena velada.

    Las conversaciones tribales empezaron y poco a poco, el grupo fue entrando en ambiente, algunos se habían levantado a bailar algunas canciones de ritmo latino que el DJ colocaba a esa hora; merengue, salsa y bachata eran los ritmos más predominantes. Todos se divertían con las ocurrencias de Jennifer, que no dejaba de bromear con cualquier cosa que se le ocurría. Sin embargo, había una persona que parecía algo distante en comparación al resto. Lu lo había notado y, de hecho, ya llevaba alrededor de media hora viéndola casi fijamente. Su hermana, a pesar de estar al corriente de la conversación, se podía percibir más inmiscuida en sus propios pensamientos que en la divertida noche. Exhaló profunda y entrecortadamente. Era, al menos, la quinta vez que lo hacía durante el rato que tenía vigilándola.

    La mente de So se encontraba en lo ocurrido horas antes en el departamento. Sabía que no había pasado nada, solo la habían vestido y aunque era una situación extraña, no era algo del otro mundo. Aun así, su mente y cuerpo se sentían como si hubiese tenido una sesión de sexo intenso. Las ampollas de la excitación no habían mermado ni un segundo y el mero hecho de recordarlo la amplificaba ¿Y cómo no recordarlo? Al mínimo movimiento que hacía podía sentir el frío plástico de la silla chocando con sus muslos prácticamente desnudos, el cargado y cálido ambiente golpeaba contra la piel de su pecho y espalda, mezclándose con el calor que emanaba de su entrepierna. Rememorar los pequeños roces, las caricias y la delicadez del tacto de los dedos de Lu la llevaban a las situaciones pasadas, como si de una diapositiva se tratase. Pero no era solo la connotación sexual de cada uno de los actos, no era imbécil y no había forma de negarlo; aunque no hubiesen tenido sexo realmente, se percibía como algo demasiado cercano a ello… y sentía miedo al no sentirse segura de si era capaz de evitar cruzar esa línea tan tentadora y peligrosa. Era la fusión entre el deseo y el dominio, confianza y sumisión lo que estaba generando estragos en su cabeza y en su cuerpo en general. Revolviendo todo el panorama de lo que ella, creía, tenía dominado en cuanto a su propio deseo, confundiéndola y excitándola a partes iguales. Incluso, llegó a preguntarse si era el control o la renuncia a él lo que le había atraído más.

    O quizás, sencillamente es entregarme a ella…  Pensó, haciendo equilibrio entre la euforia y el pánico.

    — Se acabaron las cervezas ¿Pedimos otra cosa? — La voz de Carlos le sorprendió. Desde hacía rato notaba como el mejor amigo de su hermana le dedicaba miradas de seducción que ella buscaba esquivar. Carlos era atractivo y sabía de primera mano que era muy buena persona, pero su cabeza, al menos en ese momento, era acaparada por una sola persona.

    — Yo digo ron — respondió Lorena, ignorando que Carlos, prácticamente, le había preguntado solo a So.

    — Me parece buena idea — agregó Joel.

    — ¿Dónde estará la chica? — Thalía miraba en todas las direcciones. El resto de chicos empezó a buscarla sin éxito.

    — Iré a pedir a la barra, si nos ponemos a esperar nos da resaca aquí mismo — dijo So, intentando sonar segura.

    Se levantó y reacomodó el vestido, evitando que algo que no debía se asomara de más. No esperó réplica u ofrecimientos de acompañamiento y se puso en camino hacia la barra ante la mirada de varios pares de ojos que no dejaban pasar la oportunidad de degustar lascivamente las deliciosas curvas de la pelirroja.

    — Yo voy aprovechar para ir al baño, entonces — exclamó Lu, quien tampoco esperó ofertas de compañías y se encaminó casi en la misma dirección que su hermana.

    2

    So se sorprendió del «nuevo» ambiente que ofrecía la zona de la barra. Había muy pocas luces encendidas en comparación a cuando habían entrado ¿Cuánto tiempo tenían ya dentro del local? Era claro que ya habían dejado de vender comidas y las únicas bandejas que corrían de vez en cuando, llevaban hieleras o botellas de licor. Se sentó justo donde doblaba la barra, un lugar alejado con solo tres butacas libres, tomando la primera de estas. Echó un par de miradas a los camareros, viendo que solo había cuatro chicas atendiendo a varios clientes, no había rastro de la muchacha que los había atendido en un principio. Entendió que debía esperar un rato a que la atendieran, pero no se molestó. Quizás ese momento a solas le ayudaría a despejar un poco la mente y no pensar tanto en Lu.

    Giró la butaca para observar mejor el lugar, la hilera de mesas de la entrada ahora era ocupada por algunas parejas metidas en su mundo y un pequeño grupo de tres chicos. So los miró detalladamente, dándose cuenta que uno de ellos la notó y le sostuvo la mirada con una sonrisa coqueta. Ella devolvió el gesto, el muchacho era apuesto, moreno, con un corte casi al ras y facciones rudas en su rostro que contrastaban con el par de brillantes que adornaban los lóbulos de su oreja. La ajustada camisa vinotinto mostraba que era un chico de gimnasio, con más musculatura que el promedio.

    El duelo de miradas y sonrisas continuó por unos cuantos minutos. Ana Sofía cruzaba las piernas cada tanto en un juego de seducción que le parecía divertido. Un dejo de excitación continuaba presente, merodeando a cada tanto y eso le envalentonaba a coquetear deportivamente. Nunca había sido una chica recatada ni mucho menos, todo lo contrario, So estaba  perfectamente consciente del poder que poseía su atractivo físico y sabía muy bien como jugar sus cartas dentro de ese ambiente. Recordar que ella podía imponer el ritmo de la situación le haría recordar el placer que sentía y quizás, solo quizás, descubriría que era mejor.

    Aunque en el fondo lo dudaba.

    — Está bueno, ¿verdad?

    La aterciopelada voz le hizo dar un brinco sobre su asiento. No había notado la presencia de su hermana, mucho menos que se había acercado tanto como para hablarle directo al oído. El cálido aliento acarició la piel sensible de su cuello y en ese instante decidió que no había sensación más agradable que el placer que Lu le brindaba con gestos tan simples.

    So no la miró, su vista seguía anclada en aquel chico que advirtió la presencia de otra mujer muy parecida y ensanchó aún más la sonrisa. Ese gesto no le gustó y le provocó una sensación extraña e incómoda, demasiado semejante a los celos, pero rápidamente intuyó que no se debía a que Lu hubiese ganado la atención que en un principio le pertenecía a ella, sino a que ese extraño se había atrevido a coquetearle. A ella. A su hermana.

    Pero no tuvo mucho tiempo de meditar sobre ese sentimiento ya que unos juguetones dedos que ya conocía peinaron su cabello hasta posicionarlo sobre su hombro derecho, cayendo en cascada sobre su seno, solo para comenzar a trazar líneas imaginarias que iban desde la nunca hasta la columna con una suavidad pasmosa que le crispaba la piel.

    — Es…, es guapo, sí. — Respondió con la voz entrecortada.

    — Te está comiendo con la mirada desde hace rato — volvió a susurrar y So volvió a susurrar con la boca muy pegada a su oreja se preguntó cuánto tiempo tenía observándola. Eso hizo que inflara el pecho ¿Eran celos lo que percibía? Posiblemente, pero la adrenalina comenzó a bombear rápidamente; el saber que su hermana podría sentirse amenazada por un sujeto cualquiera que la mirara lascivamente le daba esa falsa sensación de poder que estaba imaginándose hace rato, y con Lu entrando en la ecuación, la excitación se disparaba.

    — Bueno…, puede mirar lo que quiera… — respondió, sintiendo los estragos húmedos en su entrepierna y mente.

    — ¿Te gusta que te mire? — La pregunta le tomó desprevenida y, como un acto reflejo, separó las piernas para volverlas a cruzar, a sabiendas que su ropa interior se vería.

    La calidez de Lu junto adentrándose en ella cada vez que emitía una palabra era una dulce tortura que la envalentonaba a un nivel que desconocía. Se concebía valiente y a la vez dependiente, lo que provocaba que se cuestionara muchas cosas ¿Le gustaba que la mirara aquel sujeto? No… el chico había pasado a un tercer, cuarto o quinto plano y no era más que otro componente de lo que estaba sintiendo. Una pieza más que funcionaba gracias el inmenso motor que era su hermana. Y descubrió que, si era dentro de su juego… quizás si le gustaba que la mirasen.

    O lo que ella quisiera.

    — Un poco… — respondió lánguida, relamiéndose los labios, viéndose incapaz de contener su excitación.

    — Entonces démosle algo bueno que ver.

    Las manos de Lu se anclaron con firmeza en la cintura de So y la giraron hasta quedar frente a ella. La menor al fin la vio, sentada y regalándole esa sonrisa egocéntrica y socarrona que estaba volviéndola loca y unos ojos que se percibían diferentes, algo que solo gracias a la cercanía era capaz de percibir; la nube de excitación que dilataba las pupilas hasta oscurecerlos, demostrándole que estaba tan excitada como ella. Sin mucho esfuerzo la hizo levantar y el rostro de la menor apenas quedó un par de dedos sobre el de la mayor.

    Las firmes manos de Lu empezaron a descender, contorneando la cintura y caderas hasta alcanzar los muslos. Cambió de dirección con suavidad, arrastrando la tela del vestido en el proceso. So sintió que la respiración se le cortaba y volteó hacia la barra para percatarse que más nadie podía darse cuenta de lo que sucedía. La luz era tan tenue que apenas permitía la vislumbrar lo que ocurría a unos pocos metros de distancia y la única persona con una vista privilegiada de lo que sucedía era aquel mismo sujeto que, ahora sí, le dedicaba toda su atención, como si el resto del local hubiese desaparecido y ellas fueran lo única que le interesaba. Con los codos apoyados en las rodillas y el dorso inclinado hacia delante para enfocar mejor.

    So volvió la vista hacia su hermana y notó que esta no le había quitado los ojos de encima ni un segundo. De pronto, sintió unos largos dedos introduciéndose entre la tela y su piel, tocándola, sintiéndola. Segundos después, empezaron a subir, arrastrando con ellos el vestido.

    La brisa se coló entre las piernas, sintiéndola mayormente en su culo. Intentó decir algo, pero su garganta se había cerrado y por más que abrió la boca, las palabras se atoraron. Lu sonrió sádica, acentuando el hoyuelo de su mejilla izquierda.

    Antes de darse cuenta, las manos y el vestido estaban a la altura de la cintura y su trasero estaba desnudo, protegido únicamente por una fina tela que se perdía entre las nalgas, a la vista de quien se percatase de ellas.

    Lu dejó la cintura después de asegurarse de que la tela no se caería y abarcó la totalidad de ambos glúteos con ambas manos. Manoseó a placer, apretó con codicia y rasguñó con malicia. Incluso las hubiese mordido si hubiese tenido la oportunidad, pero se conformó con sentir la suave y voluptuosa piel en las palmas. Un gemido de placer fue ahogado por el alto volumen de la música cuando So se dejó llevar. Su frente descansó en el hombro de su hermana y sus uñas se clavaron en el cuero de la chaqueta.

    Lu llevó una mano entre los suaves muslos y con pericia le hizo separar las piernas. Con calma y sin dejar de rozar la piel con el dorso de la extremidad, llevó ambas manos hasta el elástico de la tanga, enganchando sus pulgares. Lamió la clavícula y empezó a bajar la prenda con una lentitud tortuosa. So sintió que cada centímetro equivalía a un latido de su corazón, pero cuando sintió la delgada tela abandonar la prisión de sus apretadas nalgas, éste comenzó a bombear como una locomotora descontrolada. Quiso quejarse, deseó hacerlo, pero un mordisco en la sensible piel entre los senos solo permitió que le arrancara una húmeda y lánguida queja que murió en la coronilla de la cabeza de la mayor, perdiéndose entre los rizos rojos.

    — Levanta una pierna — una orden en forma de susurro llegó cuando la prenda íntima yacía en sus pantorrillas. So obedeció como una autómata, alzó la pierna derecha y la liberó. — El otro — dijo en el mismo tono y, de nuevo, cumplió sin rechistar.

    Ahora estaba totalmente expuesta, sin nada que protegiera sus zonas más íntimas. Estaba avergonzada, vulnerable, pero sobre todas las cosas, estaba excitada. Emoción que se acrecentó cuando Lu atacó de nuevo su culo, masajeándolo con lascivia. Las gotas ardientes descendían libremente por la cara interna de los muslos desde su húmedo coño, dejando una húmeda evidencia de lo caliente que estaba.

    La mayor besó la piel magullada por el mordisco antes de propiciarle una suave nalgada que provocó un gritillo de sorpresa y éxtasis. Lu no la torturó más y reacomodó el vestido con toda la delicadeza que podía permitirse. Se levantó de la butaca y miró al hombre en la mesa. Pensó que sería buena idea retratar la expresión de incredulidad que había en su rostro. Mostrárselo a So para demostrarle lo que provocaba en las personas.

    Lu dibujó una sonrisa guasona que derivó en una suave risilla. So apenas la escuchó y volteó a verla, aun sintiendo los lengüetazos del deseo. Buscó el origen de la risa de su hermana y se encontró con el mismo escenario; el chico las miraba con los abiertos y una evidente erección que se marcaba en los apretados pantalones.

    La menor retiró la mirada de inmediato, sintiendo que la simple visión del rígido pene le quemaba. Bajó el rostro y pellizcó la chaqueta de Lu como un mecanismo de defensa, transmitiéndole un claro mensaje: «Puedo hacerlo si estás conmigo». Una sonrisa nerviosa se dibujó en su propio pensamiento.

    — ¡Chicas! ¿Ordenarán otra cosa? — La joven camarera que los atendió previamente apareció del interior de la barra y se les acercó. — Acabo de verlas, perdón pero a esta hora ya no damos abasto.

    Lu guardó su premio rápidamente en el interior de su chaqueta y le respondió: — Un servicio de ron, por favor… y dos bolsas de nachos con queso para picar.

    — ¡Saliendo! — Exclamó, sirviendo los vasos con hielo y colocándolos sobre una bandeja, sacó la  botella de licor y siguió a las chicas hasta su mesa.


  2. Átame a ti: Capítulo 6

    viernes, 2 de diciembre de 2022

     



    Capítulo 6

    Vestido

    — Creo que irá Pedro, Lorena es seguro… ah y Joe.

    — No sé, no tengo muchas ganas de salir. El entrenador nos mató el jueves y aún me duelen las piernas.

    — ¿Vaya, Androide número dieciocho está cansada? Eso es una novedad. — Bromeó y Lu rodó los ojos. — Vamos, Ana, el torneo empieza en dos semanas, lo más seguro es que esta sea nuestra última oportunidad para salir a divertirnos con los chicos.

    — Está bien… — cedió al fin. — Por cierto, creo que So también iría al Zeus con sus amigos. Si confirman, podríamos vernos allá y armar un solo grupo.

    — ¡Genial! Las amigas de tu hermana están igual de buenas que ella — bromeó, sabiendo que la molestaría. — Nos vemos en unas horas.

    — Idiota… — murmuró antes de colgar la llamada.

    La semana había pasado sin ninguna novedad. Después de la sesión de nalgadas, So había sentido que todo el estrés había desaparecido como por arte de magia, viendo como una de sus barreras contra el BDSM se derrumbaba sin posibilidad de salvación. De hecho, estuvo tan despejada mental y emocionalmente, que pudo hacer ciertas correcciones al trabajo y entregarlo apenas el profesor apareció por la universidad, sacando una nota sobresaliente.

    Una vez más, no hubo comentario al día siguiente sobre lo sucedido aquella madrugada y ambas habían notado como habían establecido una especie de código implícito, pero inquebrantable; no hablar sobre sus… ¿Sesiones? Lu no sabía si podía llamar sesiones a los momentos con su hermana, porque eran eso, pequeños momentos en los que sentía que debía aplicar presión en So. Ni siquiera sabía exactamente cuando debía tener esos momentos con ella, sólo seguía ciertas señales corporales, intentaba intuir a través de la personalidad de su hermana y, no podía mentirse, también lo hacía según sus propias ganas de placer. Porque sí, esos pequeños momentos, al menos para ella, habían resultado sumamente placenteros y después de lo sucedido al comienzo de la semana, creía que era el momento de dar el siguiente paso. Solo debía ser lo suficientemente cuidadosa para no abrumarla y dejarse llevar por su propia ansiedad.

    Estoy ansiosa por tener una sesión con mi hermana. Definitivamente estoy jodidamente mal.

    La puerta del departamento se abrió y So entró con el teléfono en la mano. Parecía estar escribiendo algo, pero su hermana no le dio importancia. Apenas se dio cuenta de la presencia de la basquetbolista dejó de prestar atención al celular y le regaló una cálida sonrisa a modo de saludo.

    — Hola vale — la voz hizo equilibrios entre la coquetería y la broma. Aunque la menor quiso creer que se inclinaba más a la primera.

    — Hola vale — imitó, siguiéndole el juego.

    Ambas sonrieron y So caminó directamente a la cocina, dejando el bolso sobre el sofá de la sala en el proceso. Abrió la nevera, tomó un vaso y lo rellenó de agua helada.

    — Qué calor tan desgraciado.

    — Ni que lo digas, ayer me moría en la cancha.

    — Sí, claro — bromeó la menor. — Eres la jodida Androide número dieciocho. Tú no te cansas.

    Segunda vez que le hacían la misma broma en cuestión de minutos. Se rio sonoramente y se sentó en uno de los reposabrazos del sofá. — Pues sí, me canso.

    — Estás perdiendo tus poderes entonces.

    — Boba — dijo negando con la cabeza sin perder la sonrisa. — Por cierto ¿Tienen planeado ir a un lugar en específico hoy?

    — Pues… no lo sé — dejó el vaso en el fregador y se sentó al lado de su hermana para comenzar a desatar los cordones de sus zapatos deportivos. — Creo que las chicas dijeron para ir a Zeus, pero creo que no se cuadró nada oficialmente.

    — Con los chicos iremos a Zeus, pensé que sería buena idea unir los dos grupos — dijo tomando un mechón de cabello rojizo de su hermana y acomodándolo detrás de la oreja. — ¿Crees que sea buena idea?

    — Claro, Jennifer y Thalía babean por Carlos y Jason — respondió con un gesto divertido, recordando la conversación que habían tenido después de que las chicas conocieran a los amigos de su hermana. Sin embargo, el risueño gesto se transformó en una sonrisa irónica en un instante. — Y Ronny babea por ti. — Inmediatamente miró a su hermana de reojo, esperando una reacción.

    — ¿Y Ronny sabe que está fuera de mi liga?

    — Lo sabe, pero es muy… testarudo y convincente.

    — ¿Y cómo es que sabes eso?

    So volteó para mirar a su hermana a los ojos y juró por un segundo que vio un vestigio de celos en su expresión, o quizás solo fue su imaginación. Aun así prefirió no decir nada al respecto. — Porque lo he visto flirtear con chicas que parecían imposibles… incluso con una profesora.

    — Que flirtee no quiere decir que consiga algo.

    — Pues con esta profe consiguió, vimos cómo se besaban en un bar del centro.

    — Oh, por Dios ¿En serio? ¿Cuál profesora es?

    — Se dice el pecado, pero no el pecador… — dijo con una sonrisa altanera y se levantó para dirigirse a su cuarto.

    — ¡Ey! Pero ya mencionaste al tal Ronny.

    — Pero Ronny es un idiota, debo proteger la identidad de nuestra superiora. — Sentenció, cerrando la puerta tras ella, disfrutando esa pequeña victoria.

    Y en eso se había convertido el día a día de las Menotti, un tira y afloja que cada vez les gustaba más. Lu sonrió y negó con la cabeza, sintiendo que no podía hacer nada más y se dirigió hasta su propia habitación. Sacó el teléfono para avisarles a sus amigos que el plan había sido aceptado.

    2

    El reloj marcaba las siete de la noche. Habían acordado verse a las ocho de la noche en la entrada del Zeus. Obviamente, ambas hermanas compartirían un taxi hasta el pub. Lu se admiraba al espejo, examinando su atuendo para la noche. Había decidido colocarse una blusa violeta de corte en V que dejaba expuesta la clavícula y el nacimiento de sus senos. Sobre ella lucía una chaqueta brillante de cuero negro que hacía juego con el jean de talle alto y ajustado del mismo color, adornado con rasgaduras estratégicamente colocadas en el muslo. El outfit lo completaban unas botas de cuero morado oscurísimo de tacón que cubrían por encima del tobillo y el ruedo del pantalón se escondía en ellas; un cadena fina de plata, a juego con el par de sarcillos que brillaban en cada oreja y su ya característica barra en forma de flecha dorada que atravesaba diagonalmente el cartílago superior de la oreja derecha. Su cabello rojo caía suelto y ondulado sobre los hombros.

    Lu sonrió, sus labios pintados de un rosa pastel, no muy diferente al color natural de sus labios y sus ojos contorneados con sombra y delineador negro. La muchacha tomó un poco de base y rubor para colocarse una fina capa, cuando escuchó un fuerte gruñido de la habitación de su hermana. Miró la hora nuevamente y eran las siete y doce minutos.

    Se apreció una vez más al espejo, sintiéndose satisfecha y salió de la habitación hasta pararse en la puerta del cuarto de su hermana.

    — ¿Todo bien? Recuerda que a las ocho tenemos que estar allá…

    — Sí… ya me maquillé y todo, solo estoy pensando en el vestido…

    — ¿Te ayudo?

    So tragó grueso. Se miró al espejo de cuerpo completo que yacía en la puerta y su reflejo vistiendo solo ropa interior de encaje blanco apareció; el sostén no tenía tirantes y se transparentaba fácilmente, pero el encaje se encargaba de cubrir las zonas importantes. La diminuta tanga tenía los mismos detalles, transparentándose en ciertas zonas y escureciéndose estratégicamente para tapar la vulva. El rostro se le enrojeció rápidamente. Nunca había dejado que su hermana la viera vistiendo un conjunto tan erótico, pero después de lo que había ocurrido las últimas semanas, le parecía estúpido, aunque su cuerpo pensara de otra manera.

    — Pasa — dijo sin mucha convicción y la puerta se abrió.

    Lu entró e, inmediatamente, sus ojos se anclaron en el cuerpo semidesnudo de So. No podía creer lo ridículamente hermosa que era, su rostro estaba perfectamente maquillado, sus labios pintados de rojo y sus ojos cubiertos de sombra con una tonalidad dorada y brillante, pero que no resultaba muy exagerada. Sus cejas largas estaban perfectamente rizadas y una capa de base y rubor empalidecían más la blanca piel del rostro, pero no ocultaban las pecas esparcidas por la nariz y mejillas. De sus orejas colgaban unos aretes dorados con una pequeña cadenita que caía libre, con unas uñas pintadas delicadamente del mismo color.

    — ¿Qué sucede? — Preguntó con voz neutra, sin perder detalle de la ropa interior tan sensual que había elegido para la ocasión.

    — Es algo… algo tonto. No puedo decidirme que vestido usar.

    — ¿Pero tienes opciones?

    — Ehm… — So abrió el clóset y tres vestidos prolijamente colgados aparecieron.

    Lu caminó hasta el armario y los observó, tocándolos para apreciarlos mejor. A pesar de que los tres eran hermosos, tomó uno color plateado brillante y lo dejó sobre la cama perfectamente estirado. Caminó hasta su hermana y la miró fijamente, de arriba abajo antes de empezar a caminar a su alrededor. Parecía examinarla y So sentía la mirada inquisidora, penetrante y abrumadora de la más alta sobre ella. Llevó su mano más hábil y, con maestría, se deshizo del broche del sostén, el cual cedió inmediatamente ante la gravedad y cayó al suelo.

    So inmediatamente giró el cuello para verla sorprendida y abrumada, limitándose solamente a sentir. La yema fría de los dedos acarició la piel erizada de su espalda, trazando una línea recta por toda la columna de forma ascendente hasta alcanzar la altura de los omóplatos. La mano siguió su camino, rodeando el brazo y deteniéndose a un costado de su seno derecho, el cual se alzó petulante, presumiendo el duro pezón.

    Ambas hermanas se deleitaron con las sensaciones; la primera con el tacto de la carne voluptuosa en sus dedos y la otra con el caliente roce en su piel.

    — Éste — susurró suavemente antes de pellizcar la tensa piel del botón rosado que coronaba su pecho. Se inclinó para alcanzar el vestido y pasó la suave tela sobre la cabeza de So y la suave tela se enroscó sobre sus hombros. — Ponte este.

    So se dejó vestir como si se tratase de una princesa, solo se movió lo necesario para facilitar la tarea, procurando que la tela se amoldara perfectamente a su cuerpo. El vestido exhibía un generoso escote que Lu se encargó de acentuar cuando ajustó los tirantes al cuello, dejando que una fina cadena cayera sobre la espalda desnuda, en medio de los omóplatos, justo en la línea de la columna.

    Las manos traviesas contornearon la figura de la menor, recorriendo las costillas hasta las caderas. Tomó la parte baja del vestido y la estiró hasta el límite, aun así, la tela solo cubrió hasta el nacimiento de los muslos, batallando para cubrir la voluptuosidad de su trasero sin maltratar la tela. Algunas personas hubiesen acusado que el atuendo era demasiado corto, que la visión erótica de los muslos desnudos era un exceso, pero a Lu le pareció que calzaba a la perfección con la epicúrea figura de su hermana.

    Se retiró para contemplarla en todo su esplendor y si había pensado que la visión de So le había parecido sicalíptica, ahora le parecía mucho más. Se sorprendió al descubrirse comparando a su pequeña hermana con una diosa del sexo y el erotismo, con ese atuendo que contorneaba su esbelta figura como una segunda piel.

    So, a pesar de encontrarse al fin vestida, se sintió más desnuda que nunca. No por lo revelador del traje elegido, sino por las vistas que le regalaba Lu. Creía que su hermana mayor podía ver dentro de su mente, descubrir sus deseos más mundanos hasta los más oscuros. Que podía tocar su alma y hacerle el amor con solo una mirada de esos dorados ojos que parecían brillar de manera sobrenatural bajo el ensombrecido rincón donde la observaba.

    Se estremeció y con ese frío recorriendo sus sentidos, se sentó en la cama, percibiendo como la tela se subía hasta descubrir el pequeño triángulo de encaje blanco entre sus piernas. No dijo nada, se colocó unos zapatos pulcramente blancos que combinaban con los detalles claros de su atuendo y después se acomodó en la peinadora. Elevó su larga cabellera y con destreza, creó un hermoso moño alto que dejaba caer en cascada su cabello ondulado artificialmente.

    Se levantó, sintiéndose preparada al fin. Echó un último vistazo a su reflejo, percibiendo como el sentido común le gritaba que se vistiera de una manera más pudorosa, pero un deseo mucho más animal le alentaba y empujaba a disfrutar de su sensualidad.

    — Eres demasiado hermosa.

    No supo porque lo dijo, pero lo hizo. Los ojos caramelo la recorrieron una vez más y no se apartaron ni cuando los verdosos iris hicieron contacto. El rojo cubrió con furia su rostro y la menor lo percibió, apreciando su propio calor aumentar aún más. Bajó la mirada nerviosa y sonrió complacida por haber hecho sonrojar a su hermana.

    ― Tú también estás muy bella… ― dijo segundos después.

    Aunque apenas había tenido oportunidad debido al huracán de emociones y sensaciones abrumadoras, ella también había reparado en la preciosidad que caminaba como una Venus seductora hacia ella. El nacimiento de sus senos asomándose sobre la blusa, los fuertes brazos enfundados en el cuero, el firme y voluptuoso culo apretado en la tela vaquera del pantalón y las piernas estilizadas por el tacón de las botas. 

    Pero todos esos pensamientos se los guardó; jamás le diría a Lu que le había atraído hasta provocarle excitación y agradeció que la alarma del celular anunciara que faltaba un cuarto para los ochos y el taxi estaba a punto de llegar.