Capítulo 6
Vestido
— Creo que
irá Pedro, Lorena es seguro… ah y Joe.
— No sé, no
tengo muchas ganas de salir. El entrenador nos mató el jueves y aún me duelen
las piernas.
— ¿Vaya, Androide número dieciocho está cansada?
Eso es una novedad. — Bromeó y Lu rodó los ojos. — Vamos, Ana, el torneo
empieza en dos semanas, lo más seguro es que esta sea nuestra última
oportunidad para salir a divertirnos con los chicos.
— Está
bien… — cedió al fin. — Por cierto, creo que So también iría al Zeus con sus
amigos. Si confirman, podríamos vernos allá y armar un solo grupo.
— ¡Genial!
Las amigas de tu hermana están igual de buenas que ella — bromeó, sabiendo que
la molestaría. — Nos vemos en unas horas.
— Idiota… —
murmuró antes de colgar la llamada.
La semana
había pasado sin ninguna novedad. Después de la sesión de nalgadas, So había
sentido que todo el estrés había desaparecido como por arte de magia, viendo
como una de sus barreras contra el BDSM se derrumbaba sin posibilidad de
salvación. De hecho, estuvo tan despejada mental y emocionalmente, que pudo
hacer ciertas correcciones al trabajo y entregarlo apenas el profesor apareció
por la universidad, sacando una nota sobresaliente.
Una vez
más, no hubo comentario al día siguiente sobre lo sucedido aquella madrugada y
ambas habían notado como habían establecido una especie de código implícito,
pero inquebrantable; no hablar sobre sus… ¿Sesiones? Lu no sabía si podía
llamar sesiones a los momentos con su hermana, porque eran eso, pequeños
momentos en los que sentía que debía aplicar presión en So. Ni siquiera sabía
exactamente cuando debía tener esos momentos con ella, sólo seguía ciertas
señales corporales, intentaba intuir a través de la personalidad de su hermana
y, no podía mentirse, también lo hacía según sus propias ganas de placer.
Porque sí, esos pequeños momentos, al menos para ella, habían resultado
sumamente placenteros y después de lo sucedido al comienzo de la semana, creía
que era el momento de dar el siguiente paso. Solo debía ser lo suficientemente
cuidadosa para no abrumarla y dejarse llevar por su propia ansiedad.
Estoy ansiosa por tener una sesión con mi hermana.
Definitivamente estoy jodidamente mal.
La puerta
del departamento se abrió y So entró con el teléfono en la mano. Parecía estar
escribiendo algo, pero su hermana no le dio importancia. Apenas se dio cuenta
de la presencia de la basquetbolista dejó de prestar atención al celular y le
regaló una cálida sonrisa a modo de saludo.
— Hola vale
— la voz hizo equilibrios entre la coquetería y la broma. Aunque la menor quiso
creer que se inclinaba más a la primera.
— Hola vale
— imitó, siguiéndole el juego.
Ambas
sonrieron y So caminó directamente a la cocina, dejando el bolso sobre el sofá
de la sala en el proceso. Abrió la nevera, tomó un vaso y lo rellenó de agua
helada.
— Qué calor
tan desgraciado.
— Ni que lo
digas, ayer me moría en la cancha.
— Sí, claro
— bromeó la menor. — Eres la jodida Androide
número dieciocho. Tú no te cansas.
Segunda vez
que le hacían la misma broma en cuestión de minutos. Se rio sonoramente y se
sentó en uno de los reposabrazos del sofá. — Pues sí, me canso.
— Estás
perdiendo tus poderes entonces.
— Boba —
dijo negando con la cabeza sin perder la sonrisa. — Por cierto ¿Tienen planeado
ir a un lugar en específico hoy?
— Pues… no
lo sé — dejó el vaso en el fregador y se sentó al lado de su hermana para
comenzar a desatar los cordones de sus zapatos deportivos. — Creo que las
chicas dijeron para ir a Zeus, pero creo que no se cuadró nada oficialmente.
— Con los
chicos iremos a Zeus, pensé que sería buena idea unir los dos grupos — dijo
tomando un mechón de cabello rojizo de su hermana y acomodándolo detrás de la
oreja. — ¿Crees que sea buena idea?
— Claro, Jennifer
y Thalía babean por Carlos y Jason — respondió con un gesto divertido,
recordando la conversación que habían tenido después de que las chicas
conocieran a los amigos de su hermana. Sin embargo, el risueño gesto se
transformó en una sonrisa irónica en un instante. — Y Ronny babea por ti. —
Inmediatamente miró a su hermana de reojo, esperando una reacción.
— ¿Y Ronny
sabe que está fuera de mi liga?
— Lo sabe,
pero es muy… testarudo y convincente.
— ¿Y cómo
es que tú sabes eso?
So volteó
para mirar a su hermana a los ojos y juró por un segundo que vio un vestigio de
celos en su expresión, o quizás solo fue su imaginación. Aun así prefirió no
decir nada al respecto. — Porque lo he visto flirtear con chicas que parecían
imposibles… incluso con una profesora.
— Que
flirtee no quiere decir que consiga algo.
— Pues con
esta profe consiguió, vimos cómo se besaban en un bar del centro.
— Oh, por
Dios ¿En serio? ¿Cuál profesora es?
— Se dice
el pecado, pero no el pecador… — dijo con una sonrisa altanera y se levantó
para dirigirse a su cuarto.
— ¡Ey! Pero
ya mencionaste al tal Ronny.
— Pero
Ronny es un idiota, debo proteger la identidad de nuestra superiora. —
Sentenció, cerrando la puerta tras ella, disfrutando esa pequeña victoria.
Y en eso se
había convertido el día a día de las Menotti, un tira y afloja que cada vez les
gustaba más. Lu sonrió y negó con la cabeza, sintiendo que no podía hacer nada
más y se dirigió hasta su propia habitación. Sacó el teléfono para avisarles a
sus amigos que el plan había sido aceptado.
2
El reloj
marcaba las siete de la noche. Habían acordado verse a las ocho de la noche en
la entrada del Zeus. Obviamente, ambas hermanas compartirían un taxi hasta el
pub. Lu se admiraba al espejo, examinando su atuendo para la noche. Había
decidido colocarse una blusa violeta de corte en V que dejaba expuesta la
clavícula y el nacimiento de sus senos. Sobre ella lucía una chaqueta brillante
de cuero negro que hacía juego con el jean de talle alto y ajustado del mismo
color, adornado con rasgaduras estratégicamente colocadas en el muslo. El outfit lo completaban unas botas de
cuero morado oscurísimo de tacón que cubrían por encima del tobillo y el ruedo
del pantalón se escondía en ellas; un cadena fina de plata, a juego con el par
de sarcillos que brillaban en cada oreja y su ya característica barra en forma
de flecha dorada que atravesaba diagonalmente el cartílago superior de la oreja
derecha. Su cabello rojo caía suelto y ondulado sobre los hombros.
Lu sonrió,
sus labios pintados de un rosa pastel, no muy diferente al color natural de sus
labios y sus ojos contorneados con sombra y delineador negro. La muchacha tomó
un poco de base y rubor para colocarse una fina capa, cuando escuchó un fuerte
gruñido de la habitación de su hermana. Miró la hora nuevamente y eran las
siete y doce minutos.
Se apreció
una vez más al espejo, sintiéndose satisfecha y salió de la habitación hasta
pararse en la puerta del cuarto de su hermana.
— ¿Todo
bien? Recuerda que a las ocho tenemos que estar allá…
— Sí… ya me
maquillé y todo, solo estoy pensando en el vestido…
— ¿Te
ayudo?
So tragó
grueso. Se miró al espejo de cuerpo completo que yacía en la puerta y su reflejo
vistiendo solo ropa interior de encaje blanco apareció; el sostén no tenía
tirantes y se transparentaba fácilmente, pero el encaje se encargaba de cubrir
las zonas importantes. La diminuta tanga tenía los mismos detalles,
transparentándose en ciertas zonas y escureciéndose estratégicamente para tapar
la vulva. El rostro se le enrojeció rápidamente. Nunca había dejado que su
hermana la viera vistiendo un conjunto tan erótico, pero después de lo que
había ocurrido las últimas semanas, le parecía estúpido, aunque su cuerpo
pensara de otra manera.
— Pasa —
dijo sin mucha convicción y la puerta se abrió.
Lu entró e,
inmediatamente, sus ojos se anclaron en el cuerpo semidesnudo de So. No podía
creer lo ridículamente hermosa que era, su rostro estaba perfectamente
maquillado, sus labios pintados de rojo y sus ojos cubiertos de sombra con una
tonalidad dorada y brillante, pero que no resultaba muy exagerada. Sus cejas
largas estaban perfectamente rizadas y una capa de base y rubor empalidecían
más la blanca piel del rostro, pero no ocultaban las pecas esparcidas por la
nariz y mejillas. De sus orejas colgaban unos aretes dorados con una pequeña
cadenita que caía libre, con unas uñas pintadas delicadamente del mismo color.
— ¿Qué
sucede? — Preguntó con voz neutra, sin perder detalle de la ropa interior tan
sensual que había elegido para la ocasión.
— Es algo…
algo tonto. No puedo decidirme que vestido usar.
— ¿Pero
tienes opciones?
— Ehm… — So
abrió el clóset y tres vestidos prolijamente colgados aparecieron.
Lu caminó
hasta el armario y los observó, tocándolos para apreciarlos mejor. A pesar de
que los tres eran hermosos, tomó uno color plateado brillante y lo dejó sobre
la cama perfectamente estirado. Caminó hasta su hermana y la miró fijamente, de
arriba abajo antes de empezar a caminar a su alrededor. Parecía examinarla y So
sentía la mirada inquisidora, penetrante y abrumadora de la más alta sobre
ella. Llevó su mano más hábil y, con maestría, se deshizo del broche del
sostén, el cual cedió inmediatamente ante la gravedad y cayó al suelo.
So
inmediatamente giró el cuello para verla sorprendida y abrumada, limitándose
solamente a sentir. La yema fría de los dedos acarició la piel erizada de su
espalda, trazando una línea recta por toda la columna de forma ascendente hasta
alcanzar la altura de los omóplatos. La mano siguió su camino, rodeando el
brazo y deteniéndose a un costado de su seno derecho, el cual se alzó
petulante, presumiendo el duro pezón.
Ambas
hermanas se deleitaron con las sensaciones; la primera con el tacto de la carne
voluptuosa en sus dedos y la otra con el caliente roce en su piel.
— Éste —
susurró suavemente antes de pellizcar la tensa piel del botón rosado que
coronaba su pecho. Se inclinó para alcanzar el vestido y pasó la suave tela
sobre la cabeza de So y la suave tela se enroscó sobre sus hombros. — Ponte
este.
So se dejó
vestir como si se tratase de una princesa, solo se movió lo necesario para
facilitar la tarea, procurando que la tela se amoldara perfectamente a su
cuerpo. El vestido exhibía un generoso escote que Lu se encargó de acentuar
cuando ajustó los tirantes al cuello, dejando que una fina cadena cayera sobre
la espalda desnuda, en medio de los omóplatos, justo en la línea de la columna.
Las manos
traviesas contornearon la figura de la menor, recorriendo las costillas hasta
las caderas. Tomó la parte baja del vestido y la estiró hasta el límite, aun
así, la tela solo cubrió hasta el nacimiento de los muslos, batallando para
cubrir la voluptuosidad de su trasero sin maltratar la tela. Algunas personas
hubiesen acusado que el atuendo era demasiado corto, que la visión erótica de
los muslos desnudos era un exceso, pero a Lu le pareció que calzaba a la
perfección con la epicúrea figura de su hermana.
Se retiró
para contemplarla en todo su esplendor y si había pensado que la visión de So
le había parecido sicalíptica, ahora le parecía mucho más. Se sorprendió al
descubrirse comparando a su pequeña hermana con una diosa del sexo y el
erotismo, con ese atuendo que contorneaba su esbelta figura como una segunda
piel.
So, a pesar
de encontrarse al fin vestida, se sintió más desnuda que nunca. No por lo
revelador del traje elegido, sino por las vistas que le regalaba Lu. Creía que
su hermana mayor podía ver dentro de su mente, descubrir sus deseos más
mundanos hasta los más oscuros. Que podía tocar su alma y hacerle el amor con
solo una mirada de esos dorados ojos que parecían brillar de manera
sobrenatural bajo el ensombrecido rincón donde la observaba.
Se
estremeció y con ese frío recorriendo sus sentidos, se sentó en la cama,
percibiendo como la tela se subía hasta descubrir el pequeño triángulo de
encaje blanco entre sus piernas. No dijo nada, se colocó unos zapatos
pulcramente blancos que combinaban con los detalles claros de su atuendo y
después se acomodó en la peinadora. Elevó su larga cabellera y con destreza,
creó un hermoso moño alto que dejaba caer en cascada su cabello ondulado
artificialmente.
Se levantó,
sintiéndose preparada al fin. Echó un último vistazo a su reflejo, percibiendo
como el sentido común le gritaba que se vistiera de una manera más pudorosa,
pero un deseo mucho más animal le alentaba y empujaba a disfrutar de su
sensualidad.
— Eres
demasiado hermosa.
No supo
porque lo dijo, pero lo hizo. Los ojos caramelo la recorrieron una vez más y no
se apartaron ni cuando los verdosos iris hicieron contacto. El rojo cubrió con
furia su rostro y la menor lo percibió, apreciando su propio calor aumentar aún
más. Bajó la mirada nerviosa y sonrió complacida por haber hecho sonrojar a su
hermana.
― Tú
también estás muy bella… ― dijo segundos después.
Aunque
apenas había tenido oportunidad debido al huracán de emociones y sensaciones
abrumadoras, ella también había reparado en la preciosidad que caminaba como
una Venus seductora hacia ella. El nacimiento de sus senos asomándose sobre la
blusa, los fuertes brazos enfundados en el cuero, el firme y voluptuoso culo
apretado en la tela vaquera del pantalón y las piernas estilizadas por el tacón
de las botas.
Pero todos
esos pensamientos se los guardó; jamás le diría a Lu que le había atraído hasta
provocarle excitación y agradeció que la alarma del celular anunciara que
faltaba un cuarto para los ochos y el taxi estaba a punto de llegar.
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