Capítulo 8
Baile
Los brillantes números rojos del reloj digital de la habitación
marcaban las cinco y cuarenta y tres minutos de la mañana. Se dio cuenta que el
alcohol en su organismo había hecho efecto cuando se tropezó dos meses con la
pata de la cama, provocando una risa pasmosa que se esforzó en ocultar. Lo más
seguro es que So ya estuviera dormida.
Habían pasado escasos diez minutos desde que el taxi las dejó en el
departamento, luchando con el borroso tablero de botones del ascensor y contra
la risa escandalosa de su hermana menor que, por alguna razón, encontraba
gracioso hasta las formas que creaban la suciedad de las baldosas. Pero una vez
entró en la habitación, se calló y no dio más señales de vida.
Lu se retiró la chaqueta y se percató de un pequeño bulto en uno de
los bolsillos interiores e, inmediatamente, los estimulantes recuerdos
inundaron su mente. Sacó la minúscula tanga y la estiró, notando una mancha de
humedad en la zona más íntima. La palpó con los dedos, recreando con la
sensación fría, haciéndose la idea de que era el flujo de So. Suspiró
profundamente al sentir un centellazo más de excitación, igual al que había
sentido continuamente durante la noche.
No sabía hasta donde podían llegar, o a que puerto debía dirigirlo. Lo
único seguro es que le estaba gustando demasiado.
Su cabeza
era un huracán de sentimientos encontrados; el raciocinio le advertía no solo
estaba mal, sino que podía terminar lastimándolas a ambas. Pero el sentimiento
más primitivo, ese que es imposible de controlar una vez florece, la empujaba y
presionaba a seguir ese deseo cuasi animal que continuaba creciendo en su
interior.
Volvió a
apretar la prenda en sus dedos y caminó hasta la mesa de noche, le dio un
último vistazo y se propuso a dejarla sobre la mesita de noche… y la puerta se
abrió de golpe.
So
apareció, aun vestida y con su teléfono en la mano. En su aspecto desaliñado y
forma de caminar se apreciaba que también estaba borracha, pero no lo
suficiente para notar su propia tanga en la mano de su hermana. Lu vio su
expresión mientras la miraba, pero no pudo percibir realmente que pasaba por su
cabeza.
― Hola… ―
saludó al fin la menor. Llevó las manos a su espalda y se balanceó en el mismo
lugar con un gesto casi infantil.
― Hola —
respondió Lu. Dejó la tanga en la mesa y dedicó toda su atención a su hermana.
— Estaba
pensando… — dijo, llevó el teléfono muy cerca de su rostro y comenzó a teclear
rápidamente. El sonido de las bocinas del cuarto de Lu se activó de repente. —
Estaba pensando…
— ¿Qué
pensabas?
— Qué no
tuvimos oportunidad de bailar hoy — el nerviosismo era evidente. Una timidez
que a Lu se le hizo tierna, pero decidió molestarla un poco.
— Claro que
bailamos, con Carlos, con Thalía, con Lorena, con Joel…
— Tsk —
chasqueó la lengua al escuchar el nombre del amigo de su hermana. El chico, al
haber sido rechazado por la muchacha con la que bailó la mayoría de la noche,
había comenzado una insistencia con Lu que se le hizo bastante irritante. —
¡Entre, entre nosotras! — Dijo al fin. Una canción de reggaetón de mediado de
los dos mil comenzó a sonar a un volumen prudente para que los vecinos no se
molestaran. So dejó el teléfono justo al lado de su prenda íntima y comenzó a
caminar hasta eliminar la distancia entre ellas.
Sus ojos
hicieron contacto y So comenzó a contonear las caderas con un movimiento
rítmico, siguiendo los patrones repetitivos y contagiosos de la melodía.
Lu ignoraba
por completo el título de la canción o siquiera quien la cantaba. Para ella el
reggaetón sonaba idéntico sin importar el nombre del cantante, pero bailarlo
era un tema totalmente diferente. Ella se adaptaba al ambiente y bailaba
cualquier cosa, especialmente si su pareja le atraía y se movía de una manera
tan sensual como lo hacía So.
Rápidamente
se dejó cautivar por el baile cuasi erótico de su hermana y la tomó
posesivamente de la cintura. Con un movimiento que le pareció natural y
necesario, So cruzó los brazos por detrás de su nuca, uniéndose en un rítmico
abrazo.
Ahora, las
dos se movían al ritmo de la música, rozándose con deseo en cada choque de
caderas que simulaban a las olas del mar reventando contra la costa. Los labios
se Lu se pegaron con hambre a la sien de So, percibiendo el sabor del sudor y
el olor a champú. Sus senos se aplastaron y friccionaban con cada movimiento.
So se giró,
ofreciendo su espalda. Se pegó al pecho de su hermana meneó las caderas,
sintiendo el pubis de Lu estimulando su trasero que casi yacía desnudo por los
sensuales movimientos y echó la cabeza atrás cuando la piel de su espalda fue
acariciada por los firmes senos.
Un húmedo
beso en la nuca provocó que un placer le atravesase el cuerpo como un rayo y
sin darse cuenta, había arqueado la espalda y levantado las caderas, un rápido
movimiento que terminó de subir el vestido y expuso peligrosamente su culo. Pero
no le importaba, solo quería sentir en su carne lo que había deseado durante
toda la noche.
Arqueó más
la espalda y tensó más las piernas, adoptando una posición demasiada erótica
para llamarla baile. Los fríos dedos acariciaron la columna antes de recorrer
toda la entrepierna de Lu con su culo, entregándose. Estaba demasiado excitada
para medir su comportamiento. Su coño estaba húmedo, preparado para lo que Lu
dispusiera.
Un sonoro
gemido retumbó en las paredes del cuarto cuando una firme y mandona mano se afianzó
con firmeza en la espalda, obligándola a bajar casi con brusquedad. Sus pantorrillas acusaron la tensión
cuando sus talones se alzaron, quedando en cuatro patas.
Lu se
percató de la humedad acuosa que descendía en el interior de sus muslos y se
retiró lo necesario para observar los brillantes pliegues hinchados y
dilatados. Inmediatamente, el deseo incontrolable de palparlo se apoderó de
ella. Pero hizo uso de toda su fuerza de voluntad para resistirse, su hermana
era nueva, incluso, en las relaciones con mujeres y no quería arruinarlo con
ella.
Hundió los
dedos en su cuero cabelludo, tomando una gruesa porción de cabello y tiró de
él, obligándola a enderezarse. Su espalda se estrelló con fiereza contra su
pecho y el cabeza ladeada se ahuecó entre su cuello y hombro. El perfil de su
rostro le mostró una So sudada y jadeante, con unos ojos empañados de una
cruenta excitación que solo podía ser mitigada de una manera. Un húmedo gemido
bañó sus sentidos cuando su hermana se removió, provocando fricción en la
fuente de su excitación.
Ahora los
dientes torturaron la piel en sus hombros y continuaron por la espalda antes de
volver hasta la comisura de los labios más apetitosos que había conocido. El
autocontrol estaba desapareciendo de su sistema.
No había
necesidad de hablar, la urgencia y el calor que sentían en sus cuerpos lo
hacían por sí solos. Abrieron los ojos al mismo tiempo y se miraron fijamente,
descubriendo que la urgencia de la otra solo era comparable a la suya propia y
So descubrió que saber que era ella la responsable de provocar ese estado en
Lu, le generaba un placer que muy pocas veces había sentido y que equilibraba
muy cerca del orgasmo.
Se mordió
el labio inferior cuando su vista se posó en los ojos de su hermana y ni siquiera se
dio cuenta cuando había girado para quedar frente a ella. Volvió a pasar los
brazos sobre los hombros y esta vez entrelazó los dedos en los rulos cabellos,
sintiendo como Lu la sostenía con firmeza y la pegaba a ella con una
brusquedad casi dolorosa. Sollozó de placer cuando sintió una fuerte pierna
colándose entre las suyas, sintiendo la fibra de la tela estimulando
directamente sus carnes hinchadas y húmedas.
Los ojos
bailaron entre los brillantes iris caramelo y los voluptuosos labios un par de
ocasiones. Mordió su labio una vez más al sentir la presión en su sexo y no
pudo más: con una urgente necesidad asaltó la boca con hambre de ella. Succionó
el labio inferior e invadió la boca en su totalidad, usando su lengua para
explorarla.
Gimió
sonoramente, pero el ruido murió en la garganta de Lu, quien había incrementado
la fogosidad del beso al tiempo que acentuaba el roce en la entrepierna con
movimientos pélvicos. Rápidamente, el dominio pasó a manos de la mayor después de
morder dolorosamente el labio inferior de su hermana. Era la fiereza de una
leona en forma de beso; brusco, violento, voraz, pero sensual y cargado de
tanto deseo que So sentía que se desharía en cualquier momento.
Se dejó
hacer cuando una de las manos aterrizó sobre su seno izquierdo y fue manoseado
con urgencia, corriendo la tela del vestido y dejándolo desnudo. Cuando Lu
sintió el botón rígido contra su palma, usó el dedo índice y pulgar como pinza
para pellizcarlo con saña.
So se
separó, en un principio por una necesidad tan vital como lo era respirar, y
para poder liberar un gemido que tenía vibrando en su garganta después de sentir
el pellizco en el sensible pezón.
La mayor
aprovechó el momento para atacar el cuello. Usó sus dientes como si se tratase
de la mismísima Carmilla, su pierna se alzaba y movía con cada movimiento de las
caderas y las uñas de la mano derecha habían comenzado a dejar surcos rojizos
en el muslo.
Las
barreras habían caído como endebles cristales y las dudas habían desaparecido
por completo. Era culpa de ambas haber alcanzado un punto donde no había retorno.
― Lu ―
gimió su nombre de una forma tan erótica que la nombrada tuvo que hacer
malabares para no caer en el abismo del orgasmo.
― Dime ―
gruñó.
― Casi,
casi….
― ¿Te vas a
correr? ― Preguntó socarrona, sabiendo la respuesta porque ella se encontraba
igual.
― Hmmsíiiii
― arrastró la «í», como si intentara retrasar el orgasmo.
― ¿Te vas a
correr para mí? ― Susurró en su oído, mordisqueando el lóbulo de su oreja
derecha.
― Oh, Dios,
sí…
Lu bajó la
pierna y So acusó el abandono de inmediato, pero se sorprendió al ver la mano
izquierda encaminándose a su entrepierna. Miró a su hermana fijamente, pero
ninguna dijo nada, se limitó a esperar el áspero tacto en su dilatado coño.
Acarició su
vientre bajo antes de arrastrar sus dedos todo el camino hasta alcanzar el
clítoris. Solo bastó un par de roces firmes para que So se derramara, drenando
toda la tensión que tenía acumulada durante semanas. Los músculos se le
tensaron y el estómago se le contrajo. Sintió que la garganta se le cerraba y
no podía respirar. Perdió todo el control de su cuerpo, que se sacudía
espasmódicamente mientras una avalancha de placer saturaba cada uno de sus
sentidos y le hacía gritar entrecortadamente. Lu se vio obligada a besarla
de nuevo para evitar que algún sonido indecoroso se escapara de las paredes de
la habitación.
Ella misma
estaba sintiendo los latigazos de su propio orgasmo cuando decidió frotarse
contra el muslo de su hermana. Ambas terminaron hundiéndose en una vorágine de
sensaciones casi al mismo tiempo.
Lu debió sostener
a la más baja para que no cayera de bruces contra el suelo. Los estertores del
orgasmo seguían presentes, aun minutos después, drenando la poca energía que
aún le quedaba.
Abrió los
ojos lánguidamente y se encontró con el rostro de su hermana y no pudo evitar
sonreír abiertamente, grande, incluso feliz. Soltó una pequeña carcajada que
contagió a la otra.
― Lu, no me
puedo mover, llévame…
― So, la
consentida.
― Es tú
culpa…
La cargó
gustosa y la llevó hasta la cama y terminó de sacarle el vestido. Ella también
comenzó, su pantalón y ropa interior habían terminado hechas un desastre por lo
que las arrojó directamente al cesto de la ropa sucia. La blusa y la chaqueta
terminaron en el piso junto a las botas.
Trepó sobre
la cama, pasando por encima de su hermana y arrastró la sábana para que las
cubriera a ambas. So se movió, acomodando la cabeza en el hueco de su cuello y
los brazos sobre los hombros, aferrándola a ella de manera posesiva.
Lu alzó la
vista y vio bajo la tenue luz de la noche la pequeña bola de tela blanca sobre
su la mesa de noche.
Por tú culpa, estúpida tanga…
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Nuevo año, nuevo capítulo de las hermanas pelirrojas más sexys del mundo. Al fin se comieron, se hicieron de rogar xD Espero que les haya gustado. Recuerden que pueden seguirme en mis redes sociales https://magic.ly/es/AndyMarini y apoyarme. Gracias por leer!
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