Capítulo 10
La primera escena
Un beso de
amor francés se escuchaba de fondo.
El Trebol
era un hermoso bar restaurant ubicado en la parte este de la ciudad, muy cerca
del local de María. Al no estar en pleno centro no tenía una frecuencia de
clientes tan alta, sin embargo, el ambiente era espectacular.
La
iluminación caía en cascada de muchísimas lámparas pequeñas que colgaban del
techo como estrellas en el cielo nocturno. Al menos una docena de mesas estaban
ubicadas prolijamente a la derecha del local, ocupadas por algunos comensales.
Una pared de mosaicos de vidrios adornaban las paredes de cristal que permitían
una tenue visión del exterior.
El cálido
ambiente familiar era dividido por una línea imaginaria con la zona más al
fondo, donde la luz dorada de las lámparas era mucho más tenue y la melodía de
los músicos en vivo que tocaban en una pequeña tarima al lado izquierdo de la
entrada, sonaba mucho más fuerte por los inmensos parlantes colocados en cada
esquina. Este lugar otorgaba una sensación más íntima y parecía dedicado solo a
parejas. Así lo advertía la hilera de butacas pegadas a una pared que se
dividían de dos en dos por paneles de drywall a media altura, formando una
especie de cubículos semiprivados.
Las
hermanas pasaron de largo las mesas y de dirigieron directamente a ese lugar,
acomodándose en una de las últimas
butacas. Lu sintió como los dedos de su hermana se aferraban con fuerza
al a manga de su suéter, como una niña pequeña asustada. Sonrió maliciosa, pero
no le dirigió ni una mirada, se acomodó en la butaca que le daba la espalda al
resto de comensales. Cuando So se sentó, supo que si a su hermana se le ocurría
hacer algo, ella sería tendría la
obligación de vigilar que nadie las descubriera, lo que sumó al colapso
emocional que, juraba, estaba a punto de sufrir.
Un muchacho
vestido con una camisa negra con un pequeño trébol estampado en el bolsillo las
abordó inmediatamente, sacó una libretita y una pluma y tomó su orden; dos gin
de toronja.
— Eh, por
favor… — Lu llamó al chico cuando se disponía a irse. — Yo iré a buscarte a la
barra cuando se nos terminen los tragos — el joven asintió y se marchó.
— ¿Por qué
irás a buscar los tragos tú? — Preguntó So, curiosa.
— No quiero
que nos molesten — sentenció.
La miró con
ojos risueños, llenos de una confianza que quería transmitirle a su hermana. So
lo intuyó, sabía que Lu quería que confiara en ella, y lo hacía, pero no podía
evitar sentirse como se sentía. Segundos después bajó la mirada, sintiéndose
incapaz de soportar los inquisidores ojos dorados y percibiendo como su rostro
se encendía aún más. Se removió levemente en el asiento, apenas un simple
movimiento, pero suficiente para sentir la dura pieza de metal dentro de ella.
Aun no
entendía como lo había soportado tanto. Hizo todo el camino en taxi hasta ese
lugar con el plug anal dentro de ella. Cada movimiento que hacía la estimulaba,
obligándola a sentir como su interior se dilataba y amoldaba a la forma del
juguete. El dolor que había sentido en un principio se apreciaba como un
recuerdo lejano ahora que el placer era continuo.
Pero no
estaba excitada solo por el estímulo en su culo, el saber que estaba haciendo
algo prohibido, que no debía estar haciendo y especialmente, que nadie podía
saberlo, la llenaban de adrenalina. El simple hecho de saberse en peligro de
ser descubierta en cualquier momento, que la tratasen como una pervertida
exhibicionista, le excitaba más que cualquier otra cosa. Y eso Lu lo sabía, era
su objetivo principal después de todo.
Pero So no
era ingenua y aun sabiendo cuál era su plan, se dejó hacer. Era una experiencia
demasiado deliciosa como para detenerla.
— ¿Qué
estarán haciendo Jennifer y Thalía? — Preguntó Lu. So volteó a verla con los
ojos abiertos. No entendía a que venía la pregunta. — Quizás están repasando
algún trabajo, ¿verdad? O quizás están viendo televisión, conversando con sus
padres… — Inclinó su cuerpo hacia delante, estirando los brazos sobre la mesa.
Las manos quedaron a escasos centímetros del pecho de So. — ¿Y tú? Tú estás
aquí, en un bar… con un collar de sumisión en el cuello — paladeó las palabras,
como si estuviera saboreándolas. O al menos así lo percibió la menor. Un
fogonazo efímero en su sexo activó todas las células de su cuerpo. Sus manos
estaban juntas, apretadas y aprisionadas entre sus muslos. Los brazos juntos
apretaban sus senos, aumentando el escote. — Pero eso no es lo peor, ¿cierto,
So? Lo peor es que tienes un plug taponándote el culo en un lugar público — los
dedos rozaron apenas el pecho derecho, pero So sintió que le habían dado un
shock eléctrico. Dio un gran respingo y estuvo a punto de soltar un gritillo de
la impresión, pero tenía los labios tan apretados que quedó aprisionado dentro
de su boca.
— Cállate…
— masculló apenas en un susurro. Alzó la vista, nublada de excitación y un
deseo casi animal. — Pueden oírte… — se quejó, pero no había ni un ápice de
voluntad en sus palabras. Lu sonrió satisfecha, sintiendo su propia excitación
creciendo en su interior.
— Bebidas —
la voz de chico las interrumpió. Dos largos vasos rellenos con un líquido
rosáceo y burbujeante, adornado con una rodaja de toronja y dos ramitas de
romero fresco fueron puestos frente a ellas. Lu agradeció con una amable
sonrisa, mientras So no despegaba la mirada de la mesa, temerosa de ver a
alguien a la cara.
El sujeto
se alejó y en ese instante se dio cuenta que también estaba asustada. Tenía
tanto pánico como vergüenza, pero a la vez sentía la calidez de su hermana
frente a ella, el calor de su tacto sobre el pecho y el peso de su mirada le
hacían sentir segura.
¿Acaso es eso posible? Se preguntó, contrariada.
Apretó su
falda con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos, hizo lo mismo
con los muslos, temerosa de que alguien pudiera ver lo mojada que estaba.
Volvió a mirar a su hermana y esta le daba un sorbo a su bebida, como si todo
estuviera normal. Pero no, nada era normal aquella noche.
Los gruesos
labios posados sobre el fino cristal parecían que lo besaban… ¿Podía besarla en
ese lugar? ¿Sabrían que son hermanas? Ella no lo sabía, pero estaba mirando a
Lu con una expresión embelesada y la mayor se había percatado de ello.
En su
interior, Lu brincaba y saltaba triunfante, emocionada hasta el éxtasis, pero
no lo transmitió físicamente. Debía mantener su fachada, su rol dominante. Así
que solo sacó la lengua y lamió lujuriosamente el borde de cristal.
So sintió
que se iba a quemar desde adentro. La temperatura corporal subió tanto que se
vio obligada a tomar el vaso frente a ella y vaciar casi la mitad de su
contenido en su garganta. La helada
temperatura le refrescó inmediatamente, pero no contó con que el alcohol
le quemaría, subiéndole inmediatamente a la cabeza. Cerró los ojos con fuerza
mientras su cuerpo asimilaba la cantidad de licor que había ingerido, suspiró
con fuerza y se acomodó en su asiento, solo para descubrir la dura joya
chocando contra el plástico de la butaca, hundiendo más el plug en su interior.
— ¿Sabías
que Carlos te quiere coger, So? — dijo Lu, campaneando la bebida.
— ¿Qué? —
Casi se ahoga con su propia saliva y la miró estupefacta por lo que acababa de
decir.
— Siempre
me lo dice… supuestamente para molestarme — volvió a posar los codos sobre la
mesa, sus largos brazos volvieron a colocarse muy cerca de las tetas de su
hermana. — Pero estoy segura que es cierto — sentenció.
No podía
creer lo que le estaba contando ¿Carlos y ella hablaban de ese tipo de cosas
sobre ella? Sabía que era objeto de deseo de muchos chicos, no era tonta, no se
consideraba una belleza fuera de este mundo, pero tenía la suficiente confianza
en ella misma como para atraer al sexo opuesto.
— Yo…
— Y no es
el único — le interrumpió —, me ha contado todas las cochinadas que dicen de ti
en el equipo de baloncesto masculino — el rubor de So había alcanzado hasta sus
orejas. Sus pecas prácticamente brillaban. — Muchos incluso han confesado
haberse pajeado por ti… — confesó mientras empezaba a juguetear con uno de los
botones de la camisa de So.
Era
demasiada información para procesar. La menor se sentía mareada, el corazón
latía desbocado dentro de su pecho y le dolía respirar. En ningún momento de su
vida se le cruzó por la cabeza que alguien del equipo de baloncesto la deseara
tanto, pero ahora lo sabía, incluso uno de ellos estudiaba con ella ¿Cómo lo
vería ahora a la cara sabiendo que fantaseaba con ella?
¿Se han masturbado por mí? Se preguntó mentalmente, viéndose imposibilitada para decir una sola
palabra más. El ardor en su coño había alcanzado tal nivel que el calor se
había esparcido por todo su cuerpo y una muy fina película de humedad empezaba
a cubrir su piel.
Estaba
demasiado excitada, cachonda y su sexo comenzaba a demandar atención
urgentemente. Movió muslos, buscando que la fricción la estimulara aunque fuera
un poco, pero fue inútil. Tuvo que llevar la mano derecha hasta su boca para
acallar un sollozo cuando su hermana liberó uno de los botones de la blusa e
introdujo un dedo. El simple tacto suave de la yema se sentía como un hierro
ardiente.
— Lu… —
jadeó su nombre, aun con la mano cubriendo parte del rostro.
— ¿Sí?
— No puedo…
— balbuceó. — Por… por mucho tiempo… no…
— Shhh… —
desabotonó un segundo botón. — Bebe.
Obedeció
como una autómata. Le dio otro sorbo largo a su bebida y cuando se dio cuenta,
todo el contenido del vaso había desaparecido, se lo había tomado en solo dos
tragos. El mareo se incrementó y el miedo había comenzado a perder terreno por
culpa del alcohol, dejándole solo la sensación de vergüenza y la terrible
excitación.
— Mierda… —
se quejó cuando sintió como el licor se había subido rápidamente a la cabeza.
— Así no,
boba — Lu retiró su vaso y lo puso junto al suyo antes de beber los restos de
su trago. — So, quítate el sostén.
— ¿Qué? —
Por enésima vez en la noche, la incredulidad le asaltó.
— Ve al
baño y quítate el sostén — repitió Lu, alcanzándole su propia cartera. So la
tomó con manos temblorosas. — No quiero escuchar que digas que no. Es lo que
deseas, ¿cierto?
Por un
momento se sintió acorralada, sin saber que decía ¿Era lo que deseaba? No lo
había pensado seriamente. Había aceptado entregarse a ella, había decidido ser
su sumisa, pero a pesar de haber investigado cosas… prácticamente se había
lanzado a un mar a oscuras y sin saber realmente que había en sus
profundidades. No sabía realmente que es lo que le propondría Lu, aunque podía
hacerse una idea después de las pequeñas experiencias que habían tenido…
además, habían tenido sexo. Sexo real ¿Qué cosa podía existir más prohibida que
el incesto? Intuía que lo que vendría después de eso escalaría más alto, mucho
más… ¿Y lo deseaba? ¿Realmente lo deseaba?
Maldición, sí… Lo deseo.
No
respondió en voz alta, solo tomó la cartera y se levantó. El juguete tiró
dentro de su culo y sintió el lengüetazo de un orgasmo demasiado próximo. No
quería correrse frente a ese montón de personas.
Alzó la
mirada hasta divisar el baño y caminó con algo de dificultad hacia él. Sentía
que la falda se le movía demasiado y la dejaba expuesta, aunque eso ocurriera
solo en su imaginación, el solo pensarlo le excitaba más.
Lu la miró
detenidamente hasta que se perdió en el lavado. Apenas la puerta se cerró tras
ella, soltó un largo suspiro y llevó ambas manos a su rostro para cubrir el
intenso rubor que coloreó su cara inmediatamente. Pequeñas gotas de sudor
perlaban su nuca y las piernas le temblaban levemente. El esfuerzo para
mantener la compostura era titánico, pero su propia tanga era un desastre desde
hace mucho rato.
Peinó su
flequillo y dejó que los bucles cayeran en cascada sobre la espalda antes de
levantarse con ambos vasos en busca de nuevos tragos.
2
Cuando Lu
alzó la vista, esta se nubló. Sus pupilas se dilataron y tuvo que hacer uso de
toda su fuerza de voluntad para no asaltar a su hermana ahí mismo.
So se
encontraba de pie, con la cabeza ladeada a un lado, mirando el suelo. Su camisa
negra se transparentaba en ciertas secciones donde la luz golpeaba
directamente, pero la tenue iluminación del lugar hacía que no revelara nada
peligroso a las pocas parejas que las acompañaban por esa zona. Aun así, la
tela era tan fina que los pezones erectos se marcaban perfectamente y esa sola
visión encendió el motor en su interior, calentándola muchísimo.
La menor se
sentó y le entregó la cartera, tomó su vaso y dio otro sorbo, esta vez más
pequeño. Las palabras de Lu seguían en su cabeza. De igual forma, no tuvo
tiempo de beber más; la mano izquierda de su hermana tomó la suya y tiró de
ella suavemente, obligándola a inclinarse sobre la mesa y a colocar los codos a
cada lado. Las manos junto al vaso quedaron al nivel de su rostro, con el pecho
prácticamente descansando sobre la madera. La mayor estaba en una posición
similar, por lo que sus rostros estaban a escasos centímetros de distancia, el
aliento cálido y cargado de alcohol chocaba contra ellas, estimulándolas.
— Te ves
preciosa.
So no se
dio cuenta, pero estaba mordisqueando su labio inferior. Aquella palabra tuvo
un efecto tan profundo que caló totalmente en su pecho, tan cálida,
benefactora. Intentó inútilmente esconder el rubor con el vaso, pero era tan
evidente que Lu sintió un deje de ternura, el cual desapareció tan pronto como
apareció. Su excitación estaba demasiado elevada como para ser romántica.
Volvió a llevar los dedos hasta los botones y comenzó a juguetear con ellos,
desabotonando primero uno, después otro y un tercero. Cuando el cuarto botón
cedió, So sintió como el frío del aire acondicionado chocaba directamente
contra su piel. De no ser porque seguía mordiendo su labio inferior, habría
gemido, fuerte. Se dio cuenta por fin que tenía su labio prisionero entre los
dientes, pero no lo soltó.
Sentía su
seno izquierdo expuesto, desnudo y los juguetones dedos lo habían descubierto
aún más. Una gran porción de piel estaba a la vista, incluyendo su pezón. Lu
usó la uña de su dedo medio y comenzó a rasguñar, pero muy suavemente, la piel
de la aréola. So miraba de vez en cuando a su derecha, vigilante y temerosa,
aunque eso no le impedía disfrutar de la tortuosa caricia. Los pezones estaban
tan tensos que le dolían y cuando su hermana usó el pulgar e índice como pinzas
para pellizcarlos, sintió un chispazo que se reprodujo en su clítoris.
— Están muy
duros.
— Es tú
culpa…
— Bebe —
sonrió llena de orgullo. Esas palabras eran justo las que deseaba oír. So
obedeció y dio otro sorbo, ella la imitó, llenándose de valor.
A
continuación, volvió a estirar la mano, esta vez palpando por completo,
llenándose la palma, sintiendo el duro botón presionándole la piel. Metió la
mano dentro de la blusa y manoseó a placer por unos cuantos segundos que
parecieron eternos para las dos. So se removió, intentando estimular su coño,
pero solo conseguía estimularse el recto. El plug se movía con ella y esa
tortura era demasiado.
— Lu…
— Me
fascinan tus tetas… — Se inclinó lo suficiente para susurrarle al oído antes de
apretar el seno en su totalidad.
— Uhm… — no
pudo contener el gemido y eso fue suficiente para desatar el río de humedad
manando desde su interior. — Por favor…
— Por
favor… ¿Qué?
— Lo
necesito…
— ¿Qué
cosa? — Lu paladeaba cada palabra, sonando ronca y sensual, taladrando la mente
de So.
— Que… que
me toques. Necesito correrme…
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