Capítulo 3
El baño número dos
No
hubo ni una mención de lo que había ocurrido. Una hora después, Lu había
llegado a casa y So se había corrido tres veces autocomplaciéndose. La recibió
vestida con la misma sudadera y el short de licra azul que había escogido
anteriormente, con la misma actitud neutra que presentaba su hermana.
La
mayor se dedicó a devorar su parte del almuerzo mientras la cabeza de la menor
era un hervidero de pensamientos, aunque no se atrevía a decir ninguno. En ese
momento, So no se atrevía a nada; no sabía cuáles eran las reglas, límites o lo
que sea que había que decidir. Durante su investigación de la noche anterior,
había leído que ciertas parejas tenían una especie de contrato, donde ponían
condiciones y otras cosas importantes, pero Lu no había comentado nada al
respecto.
Esa
noche ninguna salió y solo se dedicaron a ver unos cuantos capítulos de The Good Place. Ambas solían bromear con
esa serie, So decía que Lu era idéntica a Eleonor,
y ella le respondía que So era tan estirada como Tahani. Vieron tres capítulos hasta que la mayor se quedó dormida
en el sofá. El partido la había agotado.
El
domingo fue un día más para las Menotti. So, ya había finalizado todos sus
pendientes universitarios. Siempre había sido muy responsable que sus obligaciones
académicas, creía firmemente en que las cosas a última hora nunca salían bien.
El cerebro necesitaba estar descansado para afrontar ese tipo de tareas, decía.
Curiosamente,
Lu era todo lo contrario, la hermana menor disfrutó viéndola, como todos los
domingos, atareada y muy estresada con los quehaceres de la casa. Ella apenas y
sabía agarrar una escoba o trapear los pisos, pero se esforzaba por el acuerdo
con el que había llegado con So. Los gruñidos de frustración porque el agua
jabonosa saltaba hacia ella cuando el chorro del grifo caía sobre algún plato o
verla pelear con las manchas moteadas que quedaban en las baldosas blancas por
un mal empleo del trapeador, era más gracioso que cualquier Sitcom. Aunque esa diversión se perdía
cuando llegaba la noche y la veía haciendo tareas o trabajos a última hora. A
veces agradecía al cielo que Lu tuviera un talento innato para dibujar que le
facilitaba todas las cosas en la carrera de diseño gráfico.
A la
mañana, ambas asistieron a sus respectivas clases.
Comunicación
visual y fotografía siempre había sido una de las clases favoritas de Ana Sofía
y tenerla a primera hora de la mañana siempre mejoraba su estado de ánimo. Una
vez culminada, se adentró a los atestados pasillos del edificio de Comunicación
Social en compañía de Jennifer y Thalía. Había conformado un grupo de amigos
bastante variado, pero ellas tres habían tenido una conexión casi inmediata
apenas se conocieron al comienzo del semestre. Su destino era reunirse con
Jason y Joel, compañeros con los que compartían algunas clases y que poco a
poco formaron una buena amistad.
Su
próxima clase era pasada las once de la mañana, francés, su segunda clase
favorita, por lo que tenían tiempo de juntarse y comer algún aperitivo en el
campus. Los chicos habían encontrado una zona que no era tan concurrida cerca
de una jardinera bastante fresca, donde los árboles brindaban una plácida
sombra y el típico bullicio estudiantil apenas llegaba.
So
escuchaba una de las ocurrencias de Thalía cuando su teléfono vibró en el
bolsillo trasero de la mochila. Aminoró el paso y desbloqueó la pantalla,
encontrándose con una notificación de su hermana.
«Lu:
¿Sabes dónde está el baño de número dos de ingeniería? 9:51»
Frunció
el ceño, desconcertada por la pregunta. Se detuvo por completo y tecleó
rápidamente.
«No,
¿por qué? 9:51»
«Lu:
Ve a la facultad y pregunta por ese baño, te espero ahí 9:52»
No
entendía nada. Miró a las dos chicas que se habían detenido unos cuantos pasos
delante de ella y le cuestionaban con la mirada. La pelirroja miró su celular
una vez más y comenzó a improvisar una excusa.
―
Eh… chicas ― dijo ―, voy a hablar un asunto con el chico que me iba a comprar la
computadora vieja ― explicó sin mirarlas directamente, se sentía estúpida. So
no sabía mentir y cada vez que lo hacía, los nervios le hacían creer que se
estaba delatando ella misma.
―
¿El que estudia ingeniería?
―
Ajá ― respondió casi desesperada a la pregunta de Thalía, quien seguía
cuestionándola con ojos inquisidores. Para su suerte, había algo de verdad
camuflada con su mentira piadosa. Si existía un muchacho en la facultad de
ingeniería que quería comprarle su antigua computadora de escritorio. Era un
buen ordenador, pero sus padres le habían regalado una laptop muy superior y
prefería deshacerse de la otra y ganar dinero extra.
―
Dale, te da tiempo de comer algo, te esperamos donde siempre ― respondió
Jennifer mientras se despedía con la mano.
Thalía hizo el mismo gesto y ambas siguieron su camino. So
no se movió hasta que ambas chicas se perdieron al doblar en una esquina,
temiendo que podían atraparla si lo hacía. Giró sobre sus talones y comenzó a
caminar a un paso excesivamente acelerado. La facultad de ingeniería estaba
entre la de comunicación social y diseño gráfico, por lo que el viaje no sería
tan largo para ninguna de las dos. Aun así, estaba nerviosa porque no conocía el
lugar, en los pocos meses que llevaba en la universidad solo había tenido que
atravesarlo un par de veces ya que el camino más rápido para ir a la cancha de
baloncesto, era atravesarlo. Pero no tenía ni remota idea en donde se
encontraban las aulas, departamentos… ni mucho menos el dichoso baño número dos.
Poco
a poco, un vacío comenzó a ganar terreno en la boca del estómago. Cada paso le
hacía pensar en las intenciones de Lu, especialmente después de su última
experiencia con los mensajes que le había enviado. Ante la posibilidad de que
se tratase de una nueva orden, su
corazón comenzó a latir desbocado. Su mente rememoró las imágenes y artículos
que había leído en internet, aquellos que explicaban cuando la relación iba
«más allá» y se escapaban de la rutina, las situaciones en locaciones públicas,
los relatos de personas que habían vivido experiencias llenas de pasión y morbo
en lugares que, de solo recordarlos, el pecho se le estrujaba de la vergüenza.
¿Lu
quería hacer algo así en la universidad?
Pronto
sintió como su rostro comenzaba a arder, las mejillas se le habían teñido de un
rojo intenso y su mirada se mantenía baja. Sentía que era incapaz de ver a
alguien a los ojos, el pudor comenzaba a tomar el control de su cuerpo. Pero un
pequeño deje de emoción, como la flama de una vela dentro de una habitación a
oscuras, contrastaba y contradecía todo lo que su sentido común comunicaba. Y
sin poder evitarlo, su coño se contrajo deliciosamente.
Con
largas zancadas atravesó el campus y en menos de diez minutos, ya se encontraba
bordeando los jardines y las grandes edificaciones de la facultad de
ingeniería. Siempre tuvo celos de la arquitectura de dicha facultad, distaban
mucho de las escasas tres plantas que tenía el edificio de comunicación social.
Todo ahí parecía más grande, más moderno y sobretodo, más poblado. Se alejó
rápidamente de la muchedumbre hasta alcanzar terrenos menos transitados. Divisó
a un par de chicos que parecían ver algo en una computadora y decidió acercarse
para preguntar dónde quedaba el bendito baño número dos.
—
Hola — saludó con una sonrisa que intentó ser simpática. Ambos chicos
detuvieron lo que estaban haciendo, uno se quitó unos auriculares para prestar
total atención a So. La mirada de los dos se mutó a una de seducción inmediata…
o al menos eso creían.
—
Buenos días, bonita… ¿En qué podemos ayudarte?
—
¿Saben dónde está el baño número dos?
Sus
ojos se abrieron de par en par y la sorpresa se dibujó en sus rostros.
Compartieron una mirada cómplice y su lenguaje corporal cambió a uno más osado,
confianzudo. El más alto de los muchachos dio un paso hacia delante, intentando
eliminar la distancia entre ellos. So no entendía que sucedía, pero sintió que
había hecho una pregunta que tenía un trasfondo subliminal.
—
Entra a ese edificio apartado, donde está la jardinera y los árboles grandes —
dijo señalando hacia un lugar a unos cuantos metros de distancia. — Dentro está
el baño número dos… — respondió el chico de los auriculares, acercándose un par
de pasos también. En segundos, ambos invadían su espacio personal. So se vio
obligada a retroceder, sonrojada. — Si quieres te acompañamos.
— No
es necesario, me, me están esperando ahí.
Volvieron
a compartir una mirada cómplice, esta vez con una sonrisa que bailaba entre la
lascivia y la burla. So bajó la cabeza, intentando que su cabello hiciera una
cortina que cubriera su vergüenza, y no esperó ninguna otra respuesta. Acomodó
la mochila en su hombro y se marchó rápidamente al lugar señalado.
Apenas
se percató cuando cruzó una fila de árboles que formaban una especie de mini
bosque a su alrededor, pero el edificio estaba realmente apartado y contrastaba
con todo lo que mostraba el resto del campus. Las paredes exteriores denotaban
un nulo mantenimiento, las manchas de humedad caían como cascadas oscuras desde
las vigas del techo hasta el suelo. La sucia fachada estaba grafiteada y la
jardinera llena de maleza estaba repleta de bolsas de snacks, latas de refresco,
colillas de cigarro, vasos plásticos y algún que otro empaque que So no pudo reconocer.
Caminó
temerosa y empujó la puerta con el hombro. Un aire cálido y cargado la golpeó
de lleno junto al áspero aroma del tabaco y hierba. Tuvo que esforzarse para no
toser, cubriendo nariz y boca con el dorso de la mano. Pestañeó un par de veces
y barrió el lugar; era un edificio largo, con un par de puertas al fondo a la
derecha y bancos largos de madera rústicos atornillados a las sucias paredes
color crema. No parecía ser un edificio pensado para dar clases.
Una
pareja yacía sentada en los bancos de la izquierda, a unos cuantos pasos de
distancia. La chica estaba sentada sobre el regazo del muchacho, con las
piernas cruzadas y se besaban apasionadamente. Alzó la mirada y se encontró a
otra pareja de pie, un hombre alto y moreno descansaba su peso contra la pared
mientras le comía la boca a una rubia menuda parada en puntillas para poder
alcanzar a su pareja. La mano derecha del chico apretujaba y sobaba sin descaro
el culo de la chica. Otras solo estaban ahí, conversando mientras fumaban
pitillos de tabaco y hierba. Reconoció algunos colegas de carrera que también
la miraron sorprendidos, pero nadie dijo nada, ni una sola palabra. Aun así, el
corazón de So martilleaba con fuerza contra su pecho, que subía y bajaba con
frenetismo. Su cabeza daba vueltas y su mente estaba en blanco. No podía
imaginar nada más allá de lo que veían sus ojos, porque no podía sorprenderse
más.
Sacó
el celular y las uñas azules con detalles blancos bailaron sobre la pantalla
rápidamente para avisar a su hermana que estaba en el lugar. Lu respondió
inmediatamente, indicándole que se acercara a los baños. No vio a nadie, caminó
lo más rápido que pudo y se encontró con los típicos carteles de baño de chicas
y chicos. Al lado, la rubia ya tenía la mano sobre el erecto miembro viril de
su chico y lo masturbaba suavemente. Con el rostro ardiendo y sin pensar, casi
corrió hasta las puertas, estuvo a punto de adentrarse al de mujeres, pero
cuando estiraba la mano para girar el pomo, otra emergió del baño de chicos y
tiró de ella con brusquedad. So casi cae de bruces contra los azulejos del
piso, pero pudo mantener el equilibrio. Estuvo a punto de protestar, pero se
encontró con la espalda ancha de su hermana y los bucles rojizos lamiendo sus
hombros.
—
¿En el baño de chicos? — Preguntó entre atónita y enojada por la bruteza de su
hermana. Lu giró y le sonrió cínicamente. Vestía una blusa sencilla negra que
dejaba su hombro derecho descubierto y un jean azul muy ajustado con rasgaduras
estratégicamente colocadas en los muslos.
—
Hola, So ¿Qué tal tú mañana? ¿Van bien las clases? — Obvió la pregunta y saludó
irónicamente. So desvió la mirada algo avergonzada por no haber saludado como
era debido, pero la ansiedad la estaba consumiendo.
—
Boba — respondió y se acercó a los lavamanos, junto a su hermana. — ¿Qué
hacemos aquí? — Lu la miró a través del espejo, con una expresión serena. Abrió
la llave del agua y comenzó a lavar minuciosamente las manos. So la imitó.
—
Este lugar es conocido como el corredor de ingeniería — dijo con una voz calma,
como si estuviese exponiendo una clase. — ¿Sabes por qué? — Su hermana negó con
la cabeza. — Porque la gente viene aquí a correrse.
— Cerró la llave y ancló sus ambarinos ojos en los de Lu. La menor de las
hermanas sintió la misma sensación de vulnerabilidad, como si fuese la primera
vez que la miraba de esa manera tan intensa e intimidante que se era imposible
de sostener por más de unos cuantos segundos. So desvió la mirada y Lu alzó una
ceja como respuesta, sonriendo de medio lado, entiendo que estaba cumpliendo su
objetivo de desestabilizarla.
— Y…
¿Qué… qué hacemos aquí? — Se maldijo mentalmente por sonar tan nerviosa, pero
no podía evitarlo. Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando se dio
cuenta que tenía tanto pánico como deseos de escuchar la respuesta. La humedad
en su entrepierna estaba acrecentándose y ni siquiera entendía el por qué.
Tragó grueso y empezó a secar frenéticamente sus manos con una pequeña toalla
de papel que sacó de la mochila.
—
¿Qué estaban haciendo las personas afuera? — Lu se acercó con paso lento y se
detuvo frente ella, invadiendo su espacio personal. Estaba tan cerca que So
pudo escuchar hasta el chillido que emitió la suela de sus zapatillas Kobe
Bryant A. D. Doce que tanto le fascinaban. La mayor se inclinó y por un
milisegundo, Ana Sofía pensó que la iba a besar cuando sus labios pasaron a
escasos milímetros de los suyos. El olor a menta de su aliento y el champú olor
a frutas tropicales de su cabello se coló fuertemente por sus fosas nasales y
no dudó en aspirar y recrearse en el exquisito aroma. Lu tomó un par de toallas
de papel y secó sus manos suavemente.
—
Creo que… o bueno, parecía que iban a coger — respondió con el pudor aflorando
de su voz. Su vientre bajo se contrajo y el calor comenzó a manar por todo su
cuerpo. Su rostro estaba encendido, al punto que llevó una mano a su mejilla
para confirmar que algo no estaba quemándola.
—
Pues, vas a coger — sentenció.
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Notas de la autora:
Capaz algunos crean que la historia va lenta, pero es necesario. Les aseguro que valdrá la pena y el morbo será tremendo después.
Capítulo número 3 publicado. Espero les guste ¿Qué maldad creen que Lu le hará a So esta vez? xD
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